Cuando el cine remueve conciencias frente al cambio climático


Por Felipe Ortiz, presidente de Tripictures.

No es un dato muy conocido, pero la primera alerta sobre el cambio climático es prácticamente coetánea al nacimiento del cine.

La primera proyección pública llevada a cabo por Louis y Auguste Lumière marcó el 28 de diciembre de 1895 como la fecha oficial del inicio del séptimo arte. Mientras los hermanos franceses maravillaban al mundo con su cinematógrafo en un café parisino, en Estocolmo, Svante August Arrhenius ultimaba un artículo que podría considerarse el germen primigenio de otra revolución: la lucha contra el cambio climático.

El científico sueco concluía, en 1896, que el aumento de las emisiones de CO2 podría acelerar el calentamiento del planeta.

En plena Segunda Revolución Industria y la consiguiente multiplicación de quema de combustibles fósiles, el artículo podría haber suscitado cierta preocupación por el impacto de la acción humana sobre la tierra, pero no fue así; Arrhenius acabaría recibiendo el Premio Nobel de Química, pero por otro hallazgo totalmente distinto.

Si Louis Lumière, un hombre de ciencia, hubiera conocido a Svante August Arrhenius, podría haber estado de acuerdo en la correlación entre el aumento del CO2 en la atmósfera y el calentamiento terrestre.

Puestos a imaginar, también podría haber entendido que la fábrica fotográfica que fundó con su hermano -cuyos obreros salían en su primera proyección- sería parte de un dilema que casi 130 años después sigue sin dilucidarse: el balance entre el progreso y la salud del planeta.

Desde que el Protocolo de Kioto colocara el cambio climático en el centro del debate público éste ha sido un tema recurrente en la gran industria en la que el cine se ha convertido casi 130 años después de aquella primera película de tan solo 46 segundos.

El cambio climático, protagonista

La ficción cinematográfica ha abordado el tema desde múltiples puntos de vista, pero uno muy recurrente es el distópico.

Nos puede venir a la mente la Tierra anegada por el agua tras el derretimiento de los casquetes polares de Waterworld (1995), la nueva edad de hielo de El día de mañana (2004), Wall-E (2008), con su entrañable robot protagonista vagando por una Tierra desprovista de vida, o incluso, en una vertiente metafórica, No mires arriba. En esta brillante sátira de 2021, los astrónomos interpretados por Leonardo di Caprio y Jennifer Lawrence trataban de convencer a políticos, medios de comunicación y al planeta entero de que un cometa va a colisionar contra la tierra. ¿El problema? Que a nadie le importa. Todos miran hacia otro lado; hacia cualquier lado menos arriba.

Como acertadamente afirmó el científico climático Peter Kalmus en una columna de opinión para The Guardian, “en realidad, no es una película sobre cómo la humanidad reaccionaría ante un cometa que acabará con el planeta; es una película sobre cómo la humanidad está respondiendo ante un colapso climático que acabará con el planeta”.

Las obras mencionadas son ejercicios de ciencia ficción que muestran las consecuencias del cambio climático en forma de grandes catástrofes. Nos obligan a visualizar los efectos de nuestra huella de carbono a escala planetaria, lo que puede ser aterrador, pero también un acicate para la conciencia colectiva.

A veces el cine enfoca al cambio climático de manera grandilocuente, y otras veces, disminuye el zoom para mostrarnos algún detalle que puede parecer pequeño, pero que tiene la capacidad para producir cambios positivos.

A esta segunda categoría pertenece la obra del director Gilles de Maistre, con quien hemos tenido el honor de trabajar como distribuidores en España de su última película.

Junto a su esposa, la guionista Prune de Maistre, el cineasta francés se ha centrado en transmitir la importancia de la defensa del planeta Tierra a través de películas que hablan directamente a los niños y a las familias.

No busca dar lecciones a expertos, ni condenar; solo quiere que se le oiga.

“Mi objetivo es acercarme a cuestiones serias de una manera sencilla y positiva, defender distintas causas a través de historias de amor y amistad entre jóvenes y animales para conmover a las familias. Espero que mis películas las vean padres e hijos, familias juntas, que aprendan con ellas, se emocionen con los mensajes y quieran hablar de ellas después”, dice de Maistre.

En su último trabajo, Emma y el jaguar negro, Prune y Gilles de Maitre ponen el foco en la destrucción de la selva amazónica, uno de los mayores problemas a los que se enfrenta la humanidad hoy en día por su papel crucial como pulmón del planeta y salvaguarda de la biodiversidad.

Nos sentimos especialmente conmovidos por estas palabras del director: “Los niños pueden construir un nuevo mundo. En Emma y el jaguar negro, una joven salva a un jaguar y protege la selva. Algunos dirán que es tan solo una gota de agua en el océano, pero hay una especie de efecto mariposa: sus acciones pueden inspirar a otros niños”.

Felipe Ortiz, presidente de Tripictures

Como parte de la industria cinematográfica, apoyamos todas las iniciativas que hay en marcha en pro de la sostenibilidad, tanto las preventivas como las compensatorias, como la plantación de árboles para compensar la huella de carbono.

Como seres humanos y cinéfilos, creemos en el poder del séptimo arte como herramienta de educación y concienciación, ya sea mostrándonos un futuro planeta inundado, ya sea fijándose en una pequeña gota que inspire a las nuevas generaciones a mirar a los problemas de frente.

  • Felipe Ortiz es presidente de Tripictures.
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